Para conocer a los Cactus

Biznaga Dorada
Embajadora de Cadereyta en el Mundo

Si nos preguntamos cuál será el distintivo de Cadereyta que nos representa en el mundo entero, puede ser que pensemos en varias de nuestras cualidades más relevantes como la charrería, la alfarería, los pifaneros y hasta “la magia”, pero seguramente algunos de notros también pensaremos en los cactus. Sin embargo, en general tenemos una idea vaga de los cactus, una idea así nada más, como plantas espinosas, biznagas grandes o pequeñas o algunos órganos, nopales y garambullos. Tan incierta puede llegar a ser nuestra idea, que hasta pensamos en los magueyes, y peor aún hasta en las sábilas como si fueran cactus (idea tan errónea que es como un sacrilegio botánico).
Desafortunadamente no conocemos las particularidades de los cactus que nos rodean, en especial los de nuestro Semidesierto Queretano, y lo peor es que no nos hemos dado cuenta de que sin planificarlo, ni someterlo a concurso o sin que lo evaluara ningún comité, hemos estado representados en todo el mundo y desde hace muchísimo tiempo por una insigne y a la vez humilde embajadora: La “biznaga dorada” o “biznaga amarilla”, también conocida por algunos extranjeros como “asiento de suegra”.
Su nombre científico es Echinocactus grusonii, y de manera natural sólo habita en las cercanías de lo que hoy es la presa de Zimapán, sobre las laderas rocosas del cañón del Infiernillo y en algunas otras laderas cercanas.
Esta especie fue descubierta por los botánicos exploradores (extranjeros) en el año de 1891, y desde entonces comenzó a ser intensamente extraída de su hábitat para su comercialización, primero en Europa y luego en todo el mundo, a causa de la gran demanda generada entre los coleccionistas y entre los diseñadores de jardinería desértica.
Actualmente esa demanda continúa y ahora las biznagas doradas se producen masivamente y para su exportación en sofisticados y modernos invernaderos, pero no desde México, sino desde China.
El saqueo que comenzó en aquella época de finales del siglo XIX debió afectar el equilibrio de las poblaciones de biznaga dorada, como sucede siempre que existe demanda de plantas y semillas directas del hábitat; sin embargo, la construcción de la presa de Zimapán fue lo que llevó a esta especie a considerarse en la categoría de “en peligro de extinción” en la legislación mexicana e internacional, lo que significa que prácticamente ha desaparecido de su hábitat original, aunque los chinos estén llenando los jardines del mundo con biznagas doradas. Y es que lo verdaderamente importante es su población original.
Con toda esta compleja historia a cuestas y con su etiqueta de especie en riesgo de extinción, la biznaga dorada es como un símbolo en la jardinería de cactáceas y de plantas desérticas en el mundo, ya que casi nunca falta en este tipo de decorados.
Si hacemos una búsqueda de imágenes en Internet acerca de jardines de cactus, veremos que nuestra biznaga dorada es uno de los elementos más destacados en ellos; de la misma manera, en muchos jardines botánicos del mundo existen ejemplares de biznaga dorada, y tampoco falta en los libros internaciones sobre jardines de cactus y plantas del desierto.
Más curioso aún resulta que en los jardines de pueblos y ciudades que se encuentran en medio de nuestros desiertos mexicanos y que emplean su flora nativa para ambientar sus espacios al aire libre, también colocan a Echinocactus grusonii, acompañando a los cactus nativos de aquellas zonas.
Por eso entonces, una reflexión: Si este símbolo cactológico tiene su origen muy cerca de nosotros, en nuestro propio territorio regional y además está en peligro de extinción, cómo es que no nos hemos dado cuenta de lo que significa poseer este emblema natural tan destacado a nivel mundial, para apropiarnos de ella, para crear con ella nuestro sello de identidad, o para crear nuestro estilo propio de jardinería.





Un centímetro por año
Con respecto a las cactáceas de gran tamaño, como las biznagas del Semidesierto Queretano y los cactus columnares, como los viejitos y los órganos, seguramente muchos de nosotros hemos escuchado el mito que nos asegura que esas plantas maravillosas crecen a razón de un centímetro por año, y que por lo tanto una planta que mide aproximadamente un metro de altura, tendría 100 años de vida.
Es cierto que los cactus, sobre todo los de gran volumen, son longevos y pueden sobrevivir durante muchos años, tanto como los árboles de un bosque; pero ¿En realidad crecerán a ese ritmo tan preciso y tan sugestivo?
La repuesta no es fácil y en realidad no existen muchos trabajos científicos dedicados a calcular el crecimiento anual de los cactus, ya que la principal dificultad para hacer el cálculo es que éste tipo de plantas no tienen anillos de crecimiento, ni alguna otra huella del tiempo impresa en su cuerpo que nos permita conocer su edad, como sucede con los árboles.
Sin embargo, si aplicamos el sentido común y un poco de lógica al pensar en la respuesta, podremos aproximarnos a comprender su forma de crecimiento y con ello tal vez podremos comprender por qué es necesario conservar con mucho empeño estas plantas longevas y los sitios donde ellas nacieron.
Se trata de pantas adaptadas a vivir en condiciones de aridez extrema, en sitios donde la lluvia es escasa y muchas veces también es impredecible. En estos mismos lugares, la insolación es considerable y estas plantas crecen a cielo abierto y sin sombra.
Durante sus primeros años un cactus requiere sombra y humedad para asegurar su crecimiento hasta la edad adulta, por ello las semillas germinan con mayor éxito debajo de arbustos, hierbas y rocas. Cuando la temporada de lluvias es buena, su crecimiento es óptimo y constante (muchas veces hasta más de 1 cm por año). Si la temporada de lluvias es mala, las plantas pequeñas dejan de crecer y algunas no sobreviven. La pausa en el crecimiento de estas plantas puede llegar a ser tan prolongada como la sequía que aqueja a su hábitat; sin embargo, en los años de buena lluvia estas plantas son capaces de crecer rápidamente y también son capaces de almacenar agua en sus tejidos, así que no sólo ganan altura, sino también volumen. La forma de su cuerpo les permite hincharse y llenarse de agua como si fueran un barril (como las biznagas y los órganos) o un ánfora (como los nopales). También las raíces dejan de crecer durante la sequía y sólo vuelven a crecer hasta que el suelo tiene humedad.
Las primeras etapas de vida de un cactus pueden ser los años en los que su crecimiento sea más acelerado, y al llegar a su edad adulta será más lento.
El espacio y el suelo también pueden ser limitantes de crecimiento. Si el suelo es delgado y con una capa dura de roca debajo, las raíces no podrán abrirse camino tan fácilmente y entonces estas plantas sólo aumentarán su talla en la medida en que sus raíces vayan penetrando en la roca. Si el suelo es más profundo, entonces crecerán con mayor constancia.
Pensemos pues en las condiciones en las que estas atractivas plantas crecen a nuestro alrededor, en nuestro Semidesierto rocoso y tan escaso de lluvias. Entonces al ver una biznaga de gran tamaño no sólo debemos pensar en el tiempo que le tomó llegar a esa talla, sino que también debemos pensar en el esfuerzo que implicó ese crecimiento en medio de la escasez de agua.
En una maceta o en un jardín las condiciones son muy distintas; aquí las biznagas que en el cerro crecen pausada y escalonadamente, pueden crecer a ritmos sorprendentes, y en muy pocos años podemos tener ejemplares de tamaños cercanos a los que nos asombran en el campo, con flores a temprana edad y sin las huellas que dejan la sequía y la insolación en la piel de las plantas silvestres.
Por todo ello, la respuesta no es definitiva y entonces el “centímetro por año”, es un mito que debemos erradicar de nuestra cultura semidesértica, la cual debería ser ejemplo de conocimiento y erudición dada nuestra cercanía con estas plantas extraordinarias.



CADEREYTA MEGADIVERSO
A partir de la segunda mitad del siglo XX se comenzó a  hablar de la diversidad biológica y de los países megadiversos entre ellos Brasil, Colombia, Madagascar, Australia y México. ¿Pero qué significa esto? y ¿Qué tiene que ver con nosotros en nuestro Cadereyta Mágico?
Pues bien, la diversidad biológica es una de las tantas riquezas con las que se puede contar en un territorio y es una estimación del número de especies: plantas, animales, hongos y otros organismos que lo habitan, además de la variedad de ambientes o ecosistemas que posee ese territorio.
Los países con mayor número de especies y ecosistemas se consideran megadiversoso y México es uno de ellos.
Sabemos que esa riqueza no se encuentra dispersa de manera homogénea por todo el país, resulta que hay unos estados que son más ricos en especies y ambientes que los otros, por ejemplo: Oaxaca, Michoacán y Guerrero. No obstante, cada estado posee su propia diversidad biológica y en cada uno de ellos podemos estimarla y dibujar el mapa de su distribución.
Querétaro no es uno de los estados que destacan por su elevado índice de diversidad biológica, pero es interesante aplicar el análisis y conocer la diversidad a nivel de nuestros municipios o regiones.
Este trabajo de medición y mapeo se ha estado realizando en Querétaro durante los últimos 30 años, y en cuanto a nuestra riqueza vegetal ahora podemos conocer algunos resultados importantes: De acuerdo con lo publicado este año por los botánicos que estudian nuestro territorio, la riqueza de especies vegetales de Querétaro se estima en un poco más 4000 especies (casi la quinta parte de la riqueza total de especies vegetales calculada para todo el país), lo que puede calificarse como una riqueza moderada, debido a la relativa pequeñez de nuestro territorio estatal.
Lo que resalta en importancia de este análisis es que las especies endémicas, esto es, las que sólo habitan en nuestro estado son las que aportan el mayor valor a esa riqueza vegetal, puesto que son exclusivas de nuestro territorio queretano.
En cuanto a la distribución de esta riqueza resulta que la porción más seca de todo el estado es la segunda zona de mayor concentración de plantas endémicas de Querétaro (después de la Sierra Gorda), y que en particular la región del cañón del río Moctezuma (en Cadereyta) es la zona que más especies endémicas aporta al Semidesierto Queretano.
Pero además de esto, en Cadereyta encontramos una gran diversidad de paisajes y ecosistemas variados, que van desde el caluroso fondo del cañón del Infiernillo (a 900 metros de altitud sobre el nivel del mar), hasta los fríos y elevados bosques de Oyamel de la Sierra del Doctor (a 3200 metros de altitud), todo esto pasando por las áridas mesetas de Bellavista del Río y Vizarrón o los valles de mezquital y gobernadora como el de Higuerillas.
Esta mezcla de endemismos y diversidad de ecosistemas hacen que Cadereyta pudiera considerarse como el “Municipio Megadiverso de Querétaro”.
La pregunta clave que ahora surge es ¿Por qué no tenemos un área natural protegida dentro de nuestro territorio?
Sabemos con certeza que decretar áreas naturales protegidas no es garantía para la conservación; no obstante, este mecanismo legal permite generar procesos que deriven en una mayor atención para la conservación, para la educación ambiental, para la inversión en servicios ambientales y ecoturismo y otros aspectos positivos del manejo de los recursos naturales, que además coinciden con los procesos de conservación cultural, mismos que ya han comenzado a desarrollarse mediante la declaratoria de un pueblo mágico en el municipio, la creación de museos en la región y la presencia de la Universidad Autónoma de Querétaro con su licenciatura en negocios turísticos.
Actualmente se cuenta con suficiente conocimiento de los recursos naturales de la región, además de investigadores e instituciones dispuestos a colaborar en las tareas de conservación natural y cultural, mismas que parecen rezagadas desde hace varios años para nuestro Cadereyta Megadiverso.
La conservación es una tarea de los gobiernos, pero también debe ser una demanda de la sociedad y una obligación conjunta por contar con una riqueza tan significativa, que en parte tiene importancia más allá de nuestro estado y de nuestro país, como es el caso de los cactus.

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